domingo, 26 de enero de 2014

Iluminismos

Además de los intelectuales ya mencionados (ver Intelectual), hay otro tipo de intelectual que llama mi atención: los del tipo iluminado. Necesito primero identificarlos para luego explicar la distancia que tienen con la propuesta de neo-ilustración y retrodidáctica antes mencionada (ver Neo-ilustración y retrodidáctica).

Hay muchas clases dentro del tipo iluminado de intelectuales, a continuación mencionaré algunas.

En religión, por ejemplo, está el intelectual que pretende tener una visión personal y directa de «Dios» o de las realidades trascendentales; así lo consigna el Diccionario de filosofía, de Nicola Abbagnano, en el artículo sobre el iluminismo. En sí misma esta pretensión no degenera en tanto se conserve en el ámbito del ejercicio estético y de la expresión poética; de otro modo, si insiste en hacer afirmaciones en el ámbito de la intersubjetividad, entonces tropieza con rapidez y deprava lo que pudo ser una manera auténtica para desarrollar la expresión subjetiva.

En religión organizada o institucional no ha faltado el intelectual que afirma haber recibido una iluminación espiritual, en combinación, quizá, con algún tipo especial de iniciación. Enseguida le rodean otros intelectuales, sus seguidores, quienes aspiran a la misma iniciación e iluminación. Las religiones institucionales, como las derivadas de las tradiciones religiosas abrahámicas, así como las así llamadas sociedades secretas, y algunas logias masónicas, se llaman así mismos ‘miembros de la luz’ o ‘iluminados’. Hoy en día persisten con vehemencia muchas patrañas acerca de que tales grupos, o sus deidades, son las mentes maestras detrás de los grandes eventos mundiales y hasta cósmicos. El carisma y el despliegue teórico espectacular de estos iluminados embriagan con frecuencia a aquellos dos tipos de ‘intelectual’ analfabeto mencionados en esta nota: Intelectual.

Hay otro grupo de intelectuales que no se hacen llamar iluminados pero que cierta opinión popular les asigna, de hecho, esa categoría. Tal opinión considera intelectual a todo aquel que se popularice al aparecer en los medios visuales, como la televisión, o logre alguna publicación con realce práctico. Un rasgo común de este grupo es la simulación que hacen del pensamiento crítico, al cual tergiversan y quizá ni sean conscientes de ello, lo cual los hace incompetentes; o quizá tengan plena conciencia de ello y entonces sean perversos. A esa simulación o parodia se le ha llamado sentido crítico débil (ver ¿Qué es el sentido crítico débil?). También se pueden encontrar en los gremios académicos, dentro de cápsulas de rebeldía inofensiva, desde donde vociferan cualquier cosa pero nunca nada que desnude la ideología financierista de sus patrones en el poder económico (ver ¿Erradicar la pobreza económica?).

Los intelectuales recién mencionados abarcan una amplia variedad. Una muestra de tal variedad se puede encontrar en el capítulo 11 del Panfleto contra la estupidez contemporánea, de Gabriel Sala.

Luego está la corriente neo-iluminista, con varias ramificaciones y expresiones desde el Siglo de las Luces (últimos decenios del siglo XVII a los últimos decenios del XVIII). Un ejemplo específico es el movimiento intelectual desarrollado en Italia en correspondencia con una serie de convenios que van de 1953 a 1962, en los que se llamó a un regreso a la razón, a una lucha contra la metafísica, y a un redescubrimiento de la experiencia.

Por otro lado, debe quedar claro que la propuesta de neo-ilustración y retrodidáctica propuesta, y en desarrollo en este blog, considera como ‘intelectual’ no a un grupo cerrado sino como un rasgo básico de todo ser humano; es decir, ‘intelectual’ como sinónimo de ‘humano’. Por tanto, reconoce muchos tipos de intelecto y de intelectualidad, pero distingue entre persona y opinión para evitar el relativismo epistemológico (ver Persona y opinión). Además, reconoce que un cabal pensamiento crítico puede, y debe, ser desarrollado por todo ciudadano participativo (ver Una mexicana notable).

El sentido en que la propuesta de este blog pueda considerarse como un neo-iluminismo es en un sentido lato, como una corriente de ideas inspiradas en algunas instancias básicas tanto de la Ilustración antigua (por ejemplo, el discurso de Tucídides en boca de Pericles como la mejor y más auténtica descripción de la Ilustración antigua) así también como de la Ilustración moderna o Siglo de las Luces. Pero sometiendo dicha inspiración a examen crítico para, por ejemplo, liberarse de eurocentrismos trasnochados.

Esas instancias básicas, o tareas, son: (1) reconocer que el problema principal del individuo es permanecer voluntariamente en la minoría de edad intelectual por no atreverse a servirse del intelecto propio sin la guía de otro; (2) la extensión de la crítica a toda creencia o conocimiento sin excepción; (3) desarrollar hábitos y estrategias intelectuales autocríticos, para lograr conocimiento confiable, corregible y mutable; (4) el uso efectivo de ese conocimiento para mejorar la vida individual y asociada de todas las personas.

Intelectual

Hay palabras que parecen atizadores, cuando son leídas o escuchadas avivan en el lector algún ardor íntimo. Quizá, por ejemplo: ‘democracia’, ‘autoridad’, ‘dios’, ‘Dios’, ‘libertad’, ‘verdad’, ‘éxito’, ‘sexo’, ‘vagina’, ‘semen’, ‘gobierno’, ‘liderazgo’, ‘capitalismo’, ‘comunismo’, ‘estúpido’, ‘sabio’ ‘orden’, ‘caos’, ‘justicia’, etc. Sobre todo cuando refiere a alguna idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido, es decir a una convicción. Las palabras, entonces, no sólo sirven para la mera dicción sino también como hilos que pueden tirar de fibras íntimas en quien las lea. ¿No es acaso fascinante el lenguaje? Sirve para persuadir. Para transmitir información. Sirve para controlar pensamientos, emociones y hasta la conducta de otros. Sirve para crear y expresar cohesión social. También sirve para expresar belleza poética y evocar universos imaginarios. Dependerá de quién lo usa y cómo lo usa.

¿Qué te sugiere la palabra ‘intelectual’? Quizá una mezcla entre pedantería, autoridad, utopía, erudición, aburrimiento, idealismo, ineptitud, liderazgo, elitismo, etc., —dependerá del caso.

Hay dos casos que recién llamaron mi atención. El primero es ‘intelectual’ como alguien que por “leer” páginas dispersas o mirar algunos videos en Internet ya cree que entiende el contenido y enseguida propaga comentarios que no son otra cosa que los mismos prejuicios que ya tenía antes de mirar esa información. El efecto neto fue un aumento en la cantidad de ruido en los medios por encima de la cantidad de señal. Pero, de nuevo, qué es ‘ruido’ y qué es ‘señal’ dependerá del caso y del tema en cuestión.

El segundo caso es ‘intelectual’ como alguien que puede leer, quizá escribir, tiene recursos, como salud y una computadora con Internet —o varias— y es parte de esta compleja y traumatizada sociedad. Estos simples rasgos le hacen un ‘intelectual’ pues, en comparación, tiene más recursos intelectuales a su disposición que el total combinado de los miembros de la monarquía y de la escolástica medieval. Si no usa esos recursos de manera intelectual quizá sea por permanecer inconsciente de lo que tiene en las manos, pero eso no evita que sea un ‘intelectual’ de nuestro tiempo.

Este segundo caso de ‘intelectual’ conlleva una gran responsabilidad ante la sociedad de la cual es parte pues es rico en el tipo de recursos con los que las sociedades resuelven muchos problemas: recursos que permiten la dedicación al cultivo de las ciencias, las artes y las letras. Asimismo, es una enorme tragedia que este tipo de ‘intelectual’ permanezca inconsciente de sus diversas formas de analfabetismo e inerme ante, o cómplice de, lo que perpetúa aquellos problemas. Ese analfabetismo se puede constatar por las graves malinterpretaciones que suelen hacerse de la filosofía, la historia, las ciencias, la educación, o la economía, entre otras materias. Por ejemplo, la torpe noción de que existe el método científico, o la ingenua noción de que la historia es sólo sobre lo ocurrido en el pasado, o que la teología sólo trata sobre religión, o que la economía es lo monetario, o que la educación gira alrededor de la enseñanza y no del aprendizaje.

Pero es necesario distinguir: ¿es este ‘intelectual’ alguien ignorante de que su condición de analfabeta lo hace partícipe de los problemas en su sociedad?, ¿o es alguien inerme ante esos problemas, incapaz de hacer nada?, ¿o es cómplice en tanto que esos problemas tengan efectos anexos que lo beneficien de manera personal, sectorial, clasista o partidista?

sábado, 25 de enero de 2014

Neo-ilustración y retrodidáctica

Si la educación es lo que ayuda al individuo a mejorar entonces apliquemos toda herramienta intelectual disponible para aclarar y entender —por los mil demonios y sus primos hermanos los ángeles— qué intentamos decir con esa bienaventurada idea de «educación».

Acordemos —de una vez por todas— que los grados académicos y el reconocimiento no es signo de conocimiento ni de sabiduría sino sólo signo de haber aprendido a obedecer y a integrarse a las estructuras teóricas preestablecidas.

Un paso natural, como rasgo de un espíritu ilustrado, en un sentido básico y perenne, es liberarse de las tutelas mentales y atreverse a pensar por uno mismo.

Algunos dicen que el fracaso de la Ilustración produjo nuestra época posmoderna. El posmodernismo no es una sola cosa sino muchas y tal vez corresponda a los historiadores de siglos posteriores describir con mayor claridad lo que ahora es una mezcla nebulosa de muchas cosas. Lo posmoderno incluye facciones recalcitrantes, como aquellas que afirman que no hay verdad alguna y que su búsqueda es un sinsentido. También incluye otras facciones menos fanáticas, como aquellas que sugieren que lo posmoderno clama por continuar con el proyecto inacabado de la Ilustración. Observo que algunos rasgos del pensamiento ilustrado, como liberarse de las tutelas mentales y atreverse a pensar por uno mismo, nunca han estado presentes en muchos ámbitos de mi cultural local. La Ilustración aún no llega a esos ámbitos —quizá impera el consumismo de los productos del pensamiento ilustrado de otros, pero no hay creación de pensamiento ilustrado— y en esos ámbitos ciertamente la Ilustración es un proyecto inacabado. El proyecto de la Ilustración debe continuar, y de hecho, continúa para quienes buscamos la mayoría de edad intelectual.

El estruendo de la protesta de algunos posmodernismos denuncia las desproporciones e incoherencias entre los grandes discursos y los hechos materiales de la vida cotidiana. Algunos clamores posmodernos son dadaísmos; es decir, son negaciones irracionales de cánones establecidos. La acusación consiste en que esos cánones representan una usurpación: los conceptos establecidos no son los conceptos de un potencial pensamiento ilustrado universal sino meras interpretaciones descuidadas de dichos conceptos. Por ejemplo, los conceptos imperantes de libertad, justicia y equidad tan sólo son remedos de lo que pueden ser. Ese escándalo posmoderno tan sólo es el dedo acusador que apunta a los problemas de fondo o es el reventar de la alarma de algo perturbado y perverso que está ocurriendo más allá de las apariencias.

Si la posmodernidad es fruto de una malinterpretación de la modernidad entonces se requiere negar tal malinterpretación, se requiere su inverso, su negativo. Si esa malinterpretación es la modernidad entonces necesitamos a la posmodernidad, si esto es luz entonces necesitamos a la oscuridad; es decir, necesitamos a lo que no es esto. En otras palabras, digamos, si el pensamiento ilustrado implica un esfuerzo de la ‘A’ a la ‘Z’, y en la historia sólo hemos conocido ‘A’, y quizá un poco de ‘B’ entonces tan sólo hemos conocido muy poco del proyecto de la Ilustración y es un grave error considerar ese poco como algo muy cercano al todo.

Parte de la malinterpretación de la Ilustración sería la embriaguez con el concepto de la verdad como si fuese algo que se pueda lograr y poseer absolutamente. Parece que tal embriaguez alimenta moralidades brutales que buscan ser impuestas a cualquier precio. ¿No acaso la triunfante visión alemana del nazismo se gestó, en parte, debido a su intoxicación con su verdad sobre la idea de que las culturas “líderes” deben expandir su territorio y su dominio?, ¿no acaso gran parte de esa sociedad justificó así la invasión a Polonia, pues Alemania había llegado tarde a la repartición colonizadora del mundo? Otro ejemplo, más contemporáneo, ¿no acaso los gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica han estado embriagados con su verdad del Destino Manifiesto (“Latinoamérica, y el mundo, para los estadounidenses”)?, el cual es uno de los agotados mitos de la actualidad: Estados Unidos de Norteamérica salvará al mundo.

El contexto histórico de la Ilustración es distinto al nuestro y conviene retomar proyectos más cercanos que desarrollen la idea de una Neo-ilustración. Esta vez como una revolución no desde las encumbradas elites académicas sino gestada desde el ciudadano de a pie dispuesto a pensar por sí mismo sin permanecer indefinidamente bajo la tutela mental de nadie, al mismo tiempo que es capaz de cooperar con otros.

No vamos aquí a repartir caramelos y decir que una Neo-ilustración será fácil. Para ponerlo en perspectiva diremos que será necesario desaprender y reaprender no pocas cosas, tantas que quizá haya que empezar desde el principio, tantas como si el efecto neto fuese volver a nacer. El rasgo perenne de una Neo-ilustración debe ser la auto-reeducación: el individuo libre y solo frente a su brutal realidad con tan sólo sus facultades como herramientas para desarrollarse por sí mismo.

Semejante proyecto requiere nuevas o mejoradas estructuras teóricas, y mucha cooperación entre los individuos interesados. Por ejemplo, propuestas como la siguiente:

«Propongo el término "retrodidacta", para las personas que se dediquen a desaprender lo mal aprendido, lo innecesario, lo indeseable o simplemente todo. Para todos aquellos que quieran "echar reversa", tomando en cuenta lo que dice mi amigo el chino: "Quien persevera en el estudio, / aumenta sus conocimientos. / Quien se consagra al TAO, / los va perdiendo cada día."» —Álvaro De La Paz.

La invitación a una Neo-ilustración como la aquí planteada presupone retrodidáctica, y la retrodidáctica presupone autodidáctica. Un individuo neo-ilustrado mejora su conciencia propia por medio de la teoría y práctica tanto de la indagación filosófica como de la investigación científica con el perenne objetivo de la auto-reeducación.