domingo, 6 de diciembre de 2020

«género» y «sexo», auto-reeducación

Tener una idea muy distorsionada de la capacidad propia es un fenómeno estudiado en psicología social. Ese fenómeno suele clasificarse entre los sesgos cognitivos. Por ejemplo, David Dunning y Justin Kruger publicaron, en 1999, algunos resultados de sus investigaciones al respecto. Con lo cual cabe la duda de si uno padece de ese nivel de distorsión. Quizá cerrarle la puerta a esa duda represente una de las condiciones iniciales del problema per se. Para tener una idea no tan distorsionada de la capacidad propia será necesario darle cabida a esa duda.

Muchos –como yo– no entendemos lo suficiente sobre sexualidad humana y al mismo tiempo no entendemos lo suficiente sobre el español como para estar creyendo que sabemos de ambos campos y mucho menos para defender meras opiniones como si fuesen conocimiento confiable. Algunos otros sí creen saber suficiente de ambos campos como para aparentar gran seguridad al expresarse ante los demás, pero podrían perder de vista que muy pocos son simultáneamente eruditos en ambos campos. Así, hay quienes quizá saben suficiente sobre sexualidad humana, pero son legos para expresar su saber en español. Asimismo, hay quienes quizá saben suficiente sobre español, pero son legos en sexualidad humana. Tengo en claro que para mejorar el entendimiento sobre un tema –como sexualidad humana– es necesario también mejorar el uso de esa herramienta para pensar llamada lenguaje.

Las palabras que elegimos sí importan si buscamos una buena comunicación con otras personas. Sí importan porque las palabras pueden ayudar o pueden estorbar al entendimiento de lo que se dice. Un buen entendimiento es mi punto principal en contra del uso superficial o descuidado de las palabras. Mi punto principal no es insistir en usar o no determinadas palabras, como «género» o «sexo». Eso no es mi punto principal, sino insistir en que para interpretar y conocer algo es necesario primero entender mejor lo que se dice o se escucha. Para eso, un mejor uso de las palabras del idioma puede ayudar. Contar con esa ayuda es parte de una educación para la vida en sociedad.

Este hilo de comentarios no sólo es sobre distinciones entre las palabras del español «género» y «sexo», no sólo sobre sus referentes dentro y fuera del lenguaje, sino también sobre aquello que uno mismo y otros esperan al usar el idioma: una oralización efectiva y una mínima alfabetización. Entre humanos, por lo común, se espera no gruñidos ininteligibles, sino una expresión articulada adecuada para la audiencia de cada ocasión comunicativa. Por lo que el tema general de este hilo de comentarios es, además, la reflexión filosófica sobre esa enorme pregunta: «¿Qué es educación?»

Esa pregunta es relevante al distinguir entre las palabras «género» y «sexo» pues precisamente eso, “educación”, es parte de lo que cada bando demanda de sus oponentes en las disputas sobre clasismos en una sociedad. Esas disputas suelen incluir acusaciones por racismos y por cualquier actitud discriminatoria en perjuicio de determinado grupo de personas, e.g., xenofobia, misoginia, homofobia, hembrismo, machismo, etc.

Quizá cada bando en esas disputas y acusaciones pierde de vista que a sus oponentes no les falta educación. Al contrario, los miembros de cada bando están muy bien educados en las opiniones en disputa. Tal vez cada bando no comparte la misma educación que sus oponentes, pero eso no significa que falte educación. Las opiniones de cada bando fueron instaladas en ellos por efecto de la educación que recibieron.

El tipo de educación que podría hacer falta es la que proviene no de reflejar acríticamente el ambiente sociocultural alrededor, sino de cuestionar la interpretación propia de la educación recibida. Es decir, no se requiere más educación, de esa hay de sobra. Lo que se requiere es auto-reeducación.

Hay dos ámbitos importantes en mi propia auto-reeducación: el pensar científico y el pensar humanista. Aspiro lograr alguna intelección madura y la autocrítica me viene bien para ello. En mi caso, recién tomo mayor conciencia de mi propio analfabetismo sobre la sexualidad humana y sobre el español como lenguaje. Con ‘analfabetismo’ me refiero a un penoso estado desinformado en ambos ámbitos. Por supuesto, la información autorizada o erudita en cada tema por separado ha llegado –claro– de fuentes diferentes y separadas. Por un lado, el científico tiene razón al corregirme en mi inmadura pretensión de querer entender toda la sexualidad de una persona por medio de una sola palabra del español (cualquiera que esa palabra sea). Por otro lado, el literato tiene razón al corregirme en mi inmadura equivocación al usar la palabra «género» para clasificar la sexualidad de las personas pues esa palabra —en la actualidad de la norma culta del español— clasifica otras cosas (grupos de palabras, obras de arte, grupos de especies biológicas) menos la sexualidad de las personas.

domingo, 4 de octubre de 2020

Un todo y sus partes

Ambos son expertos para tantear. Su nivel de ceguera habría impuesto el desarrollo de esa destreza; asimismo, su agudeza para distinguir entre diferentes sonidos, incluyendo esos sonidos articulados llamados «palabras». Para ellos, tantear con sus manos siempre ha sido importante en el proceso de asociar una palabra con el correspondiente objeto a su alcance. Asociar palabras a objetos distantes, como «cielo» o «estrella», ha representado otro nivel de esfuerzo, pero posible gracias a otras de sus destrezas intelectivas.

En esta ocasión, por primera vez, tienen en sus manos un artefacto utilizado como medio para soportar otros objetos. Se trata de un armazón de tres patas o pies. El concepto ha quedado impreso en sus intelectos con tal claridad que, si tuviese manifestación física, tal impresión brillaría con la misma intensidad de un amanecer para quienes gozan del sentido de la vista.

Ahora, con mucho cuidado, como parte de su tanteo, con titubeos lentos, pero seguros, experimentan la función del artefacto con respecto a otros objetos. Al continuar su proceso para formar un nuevo signo lingüístico, ahora proceden con otro paso, igualmente relevante, el asociar dicho concepto con palabras: «trípode» y «tripié» son ahora asimiladas, por completo saboreadas, por su nítida audición.

De ahora en adelante, tanto función, palabras y artefacto quedan amalgamados con coherencia, sentido y significado como un todo y sus partes. Así, su ceguera no representa ahora ningún impedimento para distinguir que cualquier otro objeto con una, dos o cuatro patas representaría cualquier otra cosa, excepto este nuevo concepto recién digerido.

Por analogía, aprender este concepto les ayudó cuando se formaron una idea clara de otros conceptos que también son síntesis de tres cosas; por ejemplo, les asistió para saber –nada más, y nada menos– qué es tanto el fuego y la combustión (oxígeno, combustible y temperatura), como el pensamiento científico actual (racionalismo, empirismo y escepticismo).

domingo, 3 de mayo de 2020

«género» y «sexo», anécdota

La siguiente anécdota está directamente relacionada con el tema de este hilo de comentarios.

De joven, recuerdo usar la palabra «género» para referirme a la sexualidad de una persona. Hace algunos años tomé cursos con este autor* para aprender a redactar en español. Ahí aprendí que la palabra «género» no es adecuada para referir la sexualidad de una persona. Para eso el español ya cuenta con la palabra «sexo». Una redacción en español es más clara de esa manera.

* Sandro Cohen.

Aprender eso me hizo reflexionar en que mi equivocación juvenil se podría explicar, en parte, por la influencia de mi medio sociocultural de esa época: tan sólo repetí acríticamente la misma palabra que otros usaban. Así también podría explicar la marcada homofobia que yo tenía de joven: adquirida o contagiada socioculturalmente. ¿No acaso así también se adquieren otros excesos o errores en la sociedad, e.g., misoginias, racismos y demás injusticias socioculturales?

En búsqueda de madurez intelectual, la autocrítica ha sido de ayuda. No sólo para mejorar mi español, sino también para entender que los signos del lenguaje pueden connotar o pueden denotar. El «género» gramatical es un ejemplo de connotación: refiere algo en el mismo lenguaje, i.e., refiere grupos distintos de palabras, e.g., género masculino, género femenino. Por el contrario, la palabra «sexo» es un ejemplo de denotación, i.e., refiere algo afuera del lenguaje, e.g., la sexualidad de una persona.

Por un lado, las connotaciones son parte del estudio del lenguaje. La sexualidad humana, por otro lado, es estudiada por disciplinas diferentes al estudio del lenguaje. Un estudioso del español tiene razón al corregirme en el uso de las palabras del español. Un estudioso de la sexualidad humana tiene razón al corregirme por mi antigua creencia falsa de que sólo existen dos sexos.

lunes, 2 de marzo de 2020

Cuando el mensaje importa

—¿Cuándo las palabras son importantes?

—Cuando las palabras son importantes.

—Sí, ¿cuándo es eso?

—Depende.

—¿De qué depende?

—Del texto, del contexto, del pretexto, etc.

—¿Qué es eso?

—Cuáles palabras se dicen, qué dicen, cómo se dicen, quién las dice, a quién se dicen, cuándo se dicen, por qué se dicen, para qué se dicen, etc.

—¿Todo eso da importancia a las palabras o es acaso que lo importante es el mensaje y no las palabras?

—Las palabras son una parte del mensaje. Las palabras, como cualquier otro signo lingüístico, pueden ayudar o pueden estorbar al mensaje.

—¿Y cuál es la importancia del mensajero, y de la audiencia, y del medio? ¿Qué es la relación entre ruido y señal? ¿Cómo ocurren la distorsión y la tergiversación?

—Con tu propio interés en mano, para empezar, busca entender las distinciones más básicas entre lenguaje ordinario y lenguaje científico.

—Pero eso suena mamón y pedante.

—Así es. ¿No lo sabías? Se llama pensamiento científico: en el cual las palabras importan cuando importa comunicar ya sea algo general, o algo particular o algo específico –según sea el caso; en el cual las palabras importan cuando importa comunicar algo con menor margen para interpretaciones desatinadas.

—¿Es decir que un pensar científico y un lenguaje científico se usan para sonar mamón y pedante?

—Yo digo que se usan cuando el mensaje importa.