sábado, 18 de octubre de 2014

¿Qué es pensar de «manera científica»?

La historia de ese estilo de pensar –como suele ser el caso con la historia de las ideas en general– es un recorrido por muchos siglos. Digamos, el árbol de la ciencia observable ahora, en su condición presente, empezó hace más de 25 siglos como una simple y pequeña simiente. En ese entonces no existía el símbolo ahora conocido, es decir la palabra «ciencia», pues no había nada que necesitara un significante con el cual referir algo. La forma presente de lo referido con el signo lingüístico de la «ciencia» parece ser el resultado de tres siglos de desarrollo, desde Galileo.

Una aportación notable al entendimiento de lo que puede llamarse de maneja justificada «pensamiento científico» es la síntesis propuesta por Immanuel Kant en el debate entre racionalistas y empiristas. Sometamos a examen el esquema mostrado, que intenta aludir algunos puntos de partida para la discusión.

sábado, 4 de octubre de 2014

Las palabras y los hechos

Discutamos sobre significación en lo educativo. Es decir, sobre la acción y efecto de significar aquello que llamamos educación; o, vaya, hablemos sobre algunos signos que sirvan para encauzar o encaminar a alguien hacia el cultivo de algo. En ese respecto el siguiente caso es señal y es figura de algo que sería como educación de algún tipo.

Un general veterano, muy condecorado, recibió con atención en su recién asignada oficina a su nuevo asistente, el cual era un joven soldado lleno de nervios ante las posibilidades de su primera asignación.

—¡Señor, buenos días, soldado raso Silvino, señor! —se presenta el joven en posición firmes, y en cuyo rostro lozano y ligeramente sudoroso está dibujada la inseguridad.

—Buen día, descanse Silvino —responde cortés el general mientras se dirige a su escritorio—, su escritorio es aquel otro, tome asiento si gusta. Me ayudará con algunos asuntos por el resto de la campaña.

—Sí señor —contesta Silvino, quien prefiere permanecer de pie, y quien no puede evitar notar lo impecable del uniforme de servicio del general mientras éste camina hacia su propio escritorio.

—Lo primero será la limpieza de esta que ahora será nuestra oficina por algunos meses —indica el general, quien se quita el saco y lo cuelga en el perchero.

—De acuerdo Señor, usted ordene —dispone el joven con entereza, listo para esforzarse pues ha escuchado de la variedad de tareas en las que los asistentes suelen ayudar a un general.

—Empecemos por este pequeño cuarto de baño que tenemos aquí —dice el general mientras que Silvino teme de pronto una inminente, onerosa y poco digna tarea—. Silvino, ¿sabe usted asear un retrete? —pregunta el general al mirar directo a los ojos de Silvino y quedar inmóvil y sereno en espera de la respuesta.

—Pues…supongo…, señor —titubea Silvino al asumir lo gravoso de estar bajo órdenes incuestionables.

—Veamos, aquí parece que tenemos lo necesario —dice el general mientras remanga su camisa e inspecciona algunos utensilios y menesteres en el cuarto de baño.

Silvino, con una mezcla de sorpresa y curiosidad, se acerca al baño para intentar esclarecer qué hace el general y con qué intención.

—En breve este retrete quedará tan aseado y digno de nosotros como nosotros lo estaremos al prepararnos para estar a la altura de nuestra campaña militar —señala el general al mismo tiempo que de rodillas inicia la labor de hacer que el lugar quede libre de lo que fuere perjudicial a los sentidos.

Silvino, al ver el empeño y el desembarazo del general en una tarea que hace un minuto imaginó indigna de sí mismo, descubrió que lo único indigno hasta ese momento fue su propia predisposición. Después de algunos minutos…

—¡Terminé!, ¿qué opina Silvino?, ¿lo podrá usted hacer para la siguiente?, —apunta el general mientras se compone la camisa—. Ahora, vamos a mi escritorio para revisar los detalles de nuestra agenda para esta semana.

—De acuerdo señor, gracias —asiente Silvino al mismo tiempo que le parece recordar para sí un dicho ahora propicio, algo relacionado con una supuesta diferencia entre las palabras y los hechos, según dicen.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Filosofía y escuela

La siguiente opinión la dijo alguien cuya vida profesional gira alrededor de la academia y de la escuela, por lo que no me sorprende su innegable sesgo:

"La filosofía es un asunto de academia y de escuela, sólo posible por las condiciones que brinda la universidad, tanto económicas como académicas y de comunicación con el gremio."

Tal opinión da para preguntar si se trata de un filósofo o de un profesor de filosofía, pues son dos cosas por completo diferentes.

Puedo imaginar más que un par de casos en los que se avala tal perspectiva; es decir, no le falta razón si observo que fuera de la academia las actividades profesionales centradas en un mero cortoplacismo suelen no dejar espacio ni tiempo al individuo para poder pensar con calma su propia vida, mucho menos para pensarla de manera filosófica. Además, en esas mismas actividades es poco frecuente encontrar una audiencia afín a la reflexión y a la discusión filosófica, por lo que también tiene razón cuando alude a un determinado gremio.

Por otro lado, tiene parte de razón, por supuesto, pero no la tiene toda. Por fortuna no sólo en la academia y en la escuela son posibles las condiciones que brinda la universalidad. Por fortuna, cursar una carrera en filosofía de manera reglada por algún sistema escolarizado no es la única manera para aprender sobre filosofía. La filosofía no es monopolio de nadie, la universalidad no tiene dueño, mucho menos es posesión exclusiva de los gremios clericales académicos, que en lugar de llevar la filosofía a las plazas y a los mercados la prefieren mantener enclaustrada en sus recintos institucionales.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Pericias y pedagogías

En mi nota Educación y neo-Ilustración comentaba lo importante que es indagar sobre las implementaciones actuales del modelo pedagógico basado en competencias. Entre otras razones, tal importancia radica en su relación con la mentalidad y la conducta de muchas personas en cada vez más ambientes laborales y profesionales hoy en día. Entender ese modelo pedagógico ayudaría a entender por qué las organizaciones y los individuos hacen lo que hacen y cómo se puede conversar de los problemas que enfrentan, así como de las soluciones propuestas.

Muy cierto: se requiere competencia (pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado), tal requisito no está en duda. Aprender a reconocer de qué maneras soy incompetente en cierta área es un primer paso hacia la competencia en esa área. ¿Cómo identificar la incompetencia, la propia en primer lugar? ¿Cuál regla (o canon) emplear para el autoexamen? Por supuesto, no sólo hay un canon educativo, sino muchos, y ahí, amable lector, encuentro uno de los aspectos problemáticos de la implementación predominante de estas corrientes pedagógicas ‘por competencias’ con tufo ‘neoliberal’ (en la versión que perpetúa el vasallaje socioeconómico): su excesivo apoyo en el principio de autoridad que las hace presentarse como “la mejor” por encima de la diversidad existente de otras pedagogías.

En la nota Educación basada en competencias, Luis Antonio Monzón Laurencio hace un buen trabajo de defender algunos aspectos positivos del modelo educativo basado en competencias. Pero una valoración crítica de tal modelo debe ser más amplia y no sólo exponer lo positivo sino también esclarecer sus aspectos problemáticos.

En general, la crítica ideológica no busca demeritar lo edificante que pueda ocurrir cuando alguna ideología educativa es tomada para orientar la acción pedagógica, es decir, el análisis crítico no ocurre al aplaudir lo positivo, sino al hacer las distinciones pertinentes del caso que ayuden a mejorar lo criticado.

Por ejemplo, la nota del Sr. Monzón no toca la situación de ‘el trabajo como agonía’ que resulta en un hecho sociocultural, el cual tiene marcadas raíces en la noción de que “no podemos dejar que los niños hagan lo que quieran”. En efecto, los niños aprenden que el trabajo escolar, y luego el laboral, no puede ser recreativo pues desde la escuela tradicional la separación entre trabajo y recreo es absoluta; el trabajo no debe ser divertido pues el trabajo es algo distinto del recreo. Con apabullante frecuencia el adulto encuentra detestable lo que hace en su ambiente laboral diario y está en recurrente espera de la hora de salida o del fin de semana para olvidarse de su actividad laboral y abandonar cualquier intención de esmero en el autocultivo profesional, lo que importa es reintentar liberarse de todo y de todos, tal como reintentaba hacer en su ambiente escolar tradicional desde la infancia.

Además, lo importante no es sólo el proceso ni sólo el resultado, sino ambos; es decir, una pedagogía amplia considera aspectos tanto sincrónicos como diacrónicos. Tomando uno de los ejemplos del Sr. Monzón, desde la perspectiva del paciente, el resultado de la apendicetomía es lo que importa, y el paciente pensará en la educación del cirujano sólo en relación a su competencia para solucionar el problema de salud, pero en un futuro las apendicetomías podrían ser realizadas por un robot de manera convencional y no habría cirujanos cuya educación importe para el paciente. Entretanto, ¿cuál apendicetomía tiene más probabilidades de obtener un mejor resultado, la que hace un cirujano que detesta su labor diaria o el cirujano que disfruta del ejercicio de su profesión? El cirujano no es un robot y su educación (entendida de una manera amplia y humanista) no puede girar sólo alrededor de los resultados requeridos por el paciente sino también de los requisitos de desarrollo humanista del cirujano. ¿Es el cirujano más autoconsciente haciendo apendicetomías, hacerlas le sirve para su madurez como humano adulto y para su autocultivo? Desde la perspectiva del cirujano (como humano, y no sólo como un engrane más en la maquinaria del utilitarismo financiero), el proceso también importa y debe ser parte de la teoría pedagógica que lo encauce para su integración a la sociedad en su conjunto.

Al inicio de la misma página que el Sr. Monzón cita de la obra Historia de las Ideas Pedagógicas. Trad. Nohemí Alfaro, Siglo XXI, México, 2005, p. 158., dice:

«Dar libertad al niño no quiere decir que se deba abandonarlo a su propia suerte y, mucho menos, descuidarlo. La ayuda que damos al alma infantil no debe ser la indiferencia pasiva frente a todas las dificultades de su desarrollo: muy por el contrario, debemos observar ese desarrollo con prudencia y con un cuidado lleno de afecto.»

viernes, 4 de julio de 2014

Escuela y simulación

En relación con el artículo «Por qué odio la escuela» de Rafael Narbona: en mi caso no guardo odio en contra de los sistemas escolarizados, pero sí desprecio debido a sus no pocas contribuciones a la simulación de profesionalismo que encuentro con demasiada frecuencia en las trincheras laborales de la pequeña parte de la realidad que habito.

Algunas contribuciones son: confundir enseñanza e instrucción con aprendizaje y conocimiento, confundir educación con promoción al siguiente curso escolar, tergiversar certificación y tomarla como destreza, interpretar fluidez verbal repetitiva como si fuese capacidad para decir algo nuevo.

Los hechos materiales patentes en una jornada cotidiana con emails, presentaciones y alegatos, donde aun el uso –o abuso– de la gramática y de la ortografía es deplorable, ya no digamos de la lógica formal e incluso la lógica material, dan la razón a pensadores como Iván Illich con respecto a la pobreza de los sistemas escolarizados.

El gran fracaso de esos sistemas, reitero, es su insuficiencia para ser ejemplo y marcar una pauta constante de autocrítica.

domingo, 22 de junio de 2014

Educación y neo-Ilustración

¿Qué perspectivas de realidad conlleva ese modelo educativo así llamado ‘por competencias’?

No pocos críticos de ese modelo por ‘competencias’ denuncian que en los hechos se trata de perpetuar a Latinoamérica como una fuente de mano de obra barata, dócil y sumisa para abastecer las demandas del geo-bloque noroccidental. ¿En qué medida esto es así?

Yo necesito seguir investigando al respecto pues el tema me interesa mucho. Las perspectivas para la mayoría de la población en Latinoamérica no parecen ser de igualdad de oportunidades educativas. En la medida en que sigamos los esquemas de los neocolonialismos no veo cómo dejar de ser sólo consumidores de ideas y no productores de desarrollos teóricos y prácticos. La tarea es colosal, pero un primer paso propuesto es la retrodidáctica y el autocultivo como ingredientes para una posible neo-Ilustración.

Con ‘posible neo-Ilustración’ me refiero a una en la escala individual, como una estrategia general de autoeducación, no como una acción grupal. Reflexioné sobre algunas distinciones al respecto en la siguiente referencia: Acción grupal e individual.

Por supuesto que hay aspectos de la Ilustración que han derivado en interpretaciones exageradas, pero esas interpretaciones no agotan la totalidad de la Ilustración.

Si distinguimos, por un lado, la ‘definición’ de un hecho histórico, como el de la Ilustración, y, por otro lado, una ‘instancia’ del mismo hecho histórico, entonces podemos pensar que la Ilustración ha ocurrido en algunos casos específicos en la Historia, pero no en todos, ni en todo lugar ni en todo individuo. No es difícil observar que aún hoy hay mucha gente que vive con una mentalidad medieval —aun si fuesen consumidores asiduos de ‘smartphones’— y, asimismo, se puede comprobar que el pensamiento ilustrado no ha ocurrido aún en esos casos. Para mí la Ilustración es un proyecto inacabado en la medida en que, por ejemplo, existan hegemonías que presupongan el papel de esclavo para los países afuera del bloque noroccidental.

Hay aspectos de la Ilustración, como instancia, que vale la pena conocer para no repetir, y hay aspectos de la Ilustración, como definición, que vale la pena rescatar para no permanecer en las mismas situaciones históricas. Por lo que seguro hay una parte de razón al decir que pensar en la Ilustración puede ser un retroceso, ¿en qué casos se puede decir que pensar en la Ilustración representa un retroceso? Sugiero, por ejemplo, el siguiente: que la verdad pueda ser algo que se posee de manera absoluta.

Asumo que no podría existir un pensamiento individual, digamos, “puro”, pues el resultado de lo que somos proviene tanto de la genética como de la epigenética —con ‘epigenética’ me refiero al cultivo particular de nuestra crianza—. Con ‘neo-Ilustración’ me refiero a que hoy es necesario repensar los criterios para decir que logramos una mayoría de edad intelectual. No por pertenecer a tal o cual sociedad, o no por vivir en tal o cual lugar, o no por consumir tal o cual producto de moda, ya se adquiere en automático un pensamiento ilustrado, sino que para pensar de manera ilustrada se requiere más acción individual estratégica y menos acción grupal táctica. Un ejemplo de acción individual estratégica es tomarse el tiempo para indagar el esquema teórico del cultivo o crianza de la que fuimos sujetos pasivos en el pasado, y repensar tal esquema ante la luz de la multiplicidad cultural actual para después continuar hacia un autocultivo donde la otredad tenga un lugar más preponderante.

Más sobre la idea de ‘neo-Ilustración’ en la siguiente referencia: Neo-ilustración y retrodidáctica.

sábado, 14 de junio de 2014

¿Qué hace falta en la escuela?

¿Qué hace falta que les enseñen a los jóvenes en la escuela?

Hace falta que les enseñen sobre los riesgos de asistir a una escuela de manera prolongada y sin haber desarrollado por cuenta propia su facultad crítica. En otras palabras, hace falta que les enseñen que asistir a una escuela puede ir en contra de su educación entendida como el desarrollo continuo de todas sus facultades. En particular por el efecto de la compartimentación del conocimiento, por el cual se busca la especialización en pocos fragmentos del conocimiento pero que produce un trágico analfabetismo funcional en muchas otras áreas no menos importantes.

En no pocos sistemas educativos hoy impera la noción de “preparar a los jóvenes para que se integren lo antes posible a los sistemas hegemónicos de la economía capitalista”. Un efecto de tal noción es la elevación del cortoplacismo a grado de un imperativo incuestionable. Ese efecto se puede notar en el analfabetismo científico-filosófico que padecen no pocas personas producto de sistemas pedagógicos basados en esa noción. Se lograrían las así llamadas “competencias” o habilidades para acatar órdenes y obedecer de manera dócil y pasiva, pero con poca o nula destreza para analizar, cuestionar y entender de manera amplia la lógica detrás de su propio esquema educativo; y casi sin posibilidad de repensar su propia educación.

Recién repasaba algunos puntos de Abbagnano y Visalberghi en la introducción a su Historia de la pedagogía, y ellos distinguen dos objetivos generales de una filosofía de la educación, i.e., pedagogía: primero, preservar la cultura establecida. En tanto que lo preservado sirva para sobrevivir en sociedad, y continuar una forma específica de cultura, entonces se podrían entender algunos aspectos positivos de ese objetivo. Además, Abbagnano y Visalberghi distinguen entre una sociedad primigenia y una sociedad civilizada, y la distinción pedagógica entre ambas radica en si contemplan o no el segundo objetivo de una pedagogía: renovar la cultura y estar abierto a lo nuevo y a lo inesperado. Por lo que la resistencia absoluta o exagerada hacia renovar o repensar lo establecido es un rasgo de una sociedad primigenia o primitiva.

Además, con base en lo que dicen Abbagnano y Visalberghi, la pedagogía de una sociedad civilizada debe ayudar al individuo a reflexionar sobre los umbrales donde la obediencia a “las autoridades” ya no se justifica. En parte, de eso reflexioné un poco en la siguiente referencia: La granja de la cultura.

El gremio de maestros y las instituciones educativas tienen mucho trabajo por hacer en cuanto a la enseñanza. Pero hay otra cantidad similar, o aun mayor, de trabajo por hacer en cuanto al aprendizaje que corresponde al exclusivo arbitrio del individuo: auto-educarse. Es lo que vengo diciendo, por ejemplo, en la siguiente referencia: Educarse.

domingo, 23 de marzo de 2014

Educación como debate de la realidad

Una manera para conocer más sobre la realidad es por medio de la discusión y el debate, examinar de manera atenta y particular una parte de la realidad rinde frutos en la medida en que reconozcamos no saber todo de esa parte de la realidad. Discutir de una manera más edificante tiene que ser diferente a la «opinadera» que suele ocurrir al intentar defender opiniones (¿Qué es el sentido crítico débil?), y al confundir respeto por tolerancia (Persona y opinión).

La realidad suele ser múltiple y compleja, y para lograr aproximarse a ella con frecuencia se necesitan síntesis virtuosas; por ejemplo, la síntesis que hizo Kant entre racionalismo y empirismo. Para lograr tales síntesis es necesario entender a fondo las diferentes posturas sobre un tema controvertido. Un debate enriquecedor puede alentar tal entendimiento en la medida en que se expongan las diversas posturas de manera cabal, justa y balanceada; además de un examen autocrítico en cada exposición.

Una síntesis puede lograrse al primero identificar con claridad las contradicciones del caso, una a una. La contemplación de una contradicción esclarecida ya es un hito importante en el recorrido hacia su resolución. Además, durante todo ese recorrido permanece el objetivo de que la síntesis no puede dejar insatisfecho a ninguno de los términos contradictorios, sino que deberá, para llamarse solución, responder de manera satisfactoria a todos los términos.

Por ejemplo, la nota sobre Lo real podría ser una perspectiva de lo real desde el pensamiento científico, pero hay otras maneras de interpretar lo real, como las cosmovisiones teístas que afirman que lo sobrenatural es tan real como lo natural. Quizá estas perspectivas, en apariencia contradictorias, no están hablando de lo mismo y puedan ser sintetizadas en una perspectiva más amplia. Para intentar tal síntesis es necesario primero explicar cada perspectiva con justicia y con la aceptación de que ninguna abarca toda la realidad.

¿Acaso se puede pensar la realidad sin interpretarla? No lo sé. Aventuro que no es posible y en ese sentido es que cada uno hace interpretaciones de la realidad, aún si uno es inconsciente de que la está interpretando. Suelo pensar en la metáfora del mapa y el territorio. Asumir que no tenemos acceso directo al territorio (la realidad), sino sólo a través de mapas (teorías), para mí representa la posibilidad de que una interpretación cualquiera de la realidad pueda mejorar o pueda ser remplazada por otra; de otro modo, si tropiezo con la ilusión de tener conocimiento directo y nítido del terreno firme, entonces tal interpretación no podría ser mejorada y se ha llegado a la respuesta última –lo cual me parece un sinsentido pues tal respuesta última no sería consistente en relación con la escala del tiempo y del espacio en el universo conocido (del cual, según algunos astrónomos, conocemos sólo el 4%).

Otros animales, al parecer, no se preguntan por la realidad pues ellos están por completo definidos desde su nacimiento, no hay necesidad de preguntar nada pues todo para ellos parece tener respuesta definitiva y última. Nosotros, por otro lado, nacemos a medio cocer y pocas preguntas tienen respuestas definitivas, la mayoría de las preguntas importantes permanecen abiertas.

sábado, 22 de marzo de 2014

Lo real

¿Qué es mantener un compromiso con lo real?

Si lo real no sólo es lo pensado ni sólo lo percibido, entonces tanto en el perenne dudar como en el provisorio asentir, y no en el descuidado asentir acrítico, se cumple tal obligación contraída con lo real.

Además, una obligación con lo real implica indagar sus cimientos y el proceso por el cual lo real llega a ser pensado y a ser percibido; pues, lo real del hoy alguna vez fue sólo lo posible del ayer.

La construcción de lo real ocurre por ciclos continuos al teorizar y practicar, al analizar y sintetizar, al mapear la realidad presente y al tantear el territorio mapeado; asumiendo que el acceso directo y nítido a una realidad absoluta tan sólo es una ilusión. De ahí la importancia de entender y practicar el ejercicio teórico para ajustar o reemplazar la interpretación sincrónica de la realidad; es decir, la interpretación del momento presente, interpretación que no es ni fija en el tiempo ni determina la interpretación diacrónica de la realidad.

Si hay un rasgo que distinga a una educación amplia sería el pensamiento doctoral, aquel que intenta empujar los límites actuales del conocimiento humano y, por tanto, de la realidad presente.

Por fortuna, el pensamiento doctoral está más relacionado con el conocimiento y no tanto con el reconocimiento. Es decir, lo doctoral, de hecho, no está relacionado de manera directa con instituciones académicas pues estas tan sólo le sirven como vehículos circunstanciales.

martes, 18 de marzo de 2014

Repensar

De acuerdo, hay múltiples maneras edificantes de aportar a nuestra sociedad, y en múltiples plazos. Se aporta no sólo en función del cortoplacismo, ni sólo para mantener lo ya establecido, sino que también se aporta para ayudar a interpretar, desde otras perspectivas, lo que damos por sentado y que no repensamos por diversas razones; por ejemplo, por temor a las etiquetas impuestas por quien por pura pereza intelectual considera innecesario –o imposible– repensar algo, para eludir la posibilidad de descubrirse muy equivocado, por la necesidad de responder a obligaciones adquiridas con base en un esquema conceptual ya predeterminado, etc.

Quizá en el fondo no pocos intuyen que para mejorar en algo tendrán que enfrentar la posibilidad de repensar ese algo, que no tiene ningún caso repetir vez tras vez lo ya intentado desde la misma perspectiva. Pero, ¿cómo se logra otra perspectiva que no resulte en más de lo mismo?

Tomar en serio la idea de repensar implica algún esfuerzo. ¿Cuánto esfuerzo? Estará en función de hasta dónde queremos remontarnos con nuestras facultades propias. Además del esfuerzo se requiere una cierta disposición emocional pues el repensar implica lo desconocido, implica algo que no habíamos considerado antes tan de cerca y cuyas implicaciones podrían no ser agradables, ni para uno mismo ni para personas que creen conocer lo que pensamos de un tema dado.

Por otro lado, repensar podría significar la transformación de la vida propia, un cambio de rumbo insospechado, o quizá siempre anhelado pero que nunca había estado tan al alcance.

¿Es esto un mensaje barato de autoayuda? Dependerá de lo que cada uno decida repensar y del alcance personal de esa revaloración. Para alguien con un cuadro patológico grave de halitosis quizá repensar su higiene bucal tendrá relevancia inmediata, para quien la halitosis no sea un problema pues tal vez sea un despropósito repensarla. Para alguien cuyas vivencias laborales le han causado impresiones imborrables por un deplorable grado de inconciencia profesional y a la vez le sea insoportable permanecer en tales condiciones, entonces repensar el profesionalismo será clave para de verdad llegar a un mejor estado de práctica profesional. Para alguien atrapado en un círculo religioso de mentalidad anquilosada e incapaz de ampliar su vida espiritual entonces repensar la religión, repensar la teología, lo sublime, lo sagrado y lo divino representará algo muy pertinente. Para alguien que ha comprobado la simulación política de muchos gobernantes, cualesquiera el partido, y de su turbia relación con el poder económico, repensar el significado de ‘política’, ‘economía’, así como de ‘capitalismo’, ‘marxismo’, ‘neoliberalismo’, ‘comunismo’, ‘socialismo’, etc., se le torna imperativo para así trazar un rumbo más coherente para sus aportaciones a la sociedad.

¿Cómo se repiensa algo que es relevante de manera personal? Se inicia por reconsiderar el asunto de una manera nueva y con detenimiento, pero más allá de eso desconozco alguna receta aplicable a toda circunstancia. Aquí es donde quizá está la demarcación entre un mensaje barato de autoayuda y algo que no lo es: los mensajes ‘prácticos’, que conllevan meras informaciones de moda o recetas cuasi-milagrosas con una sobre-simplificada y nimia secuencia de pasos, acaso podrían agitar un poco la superficie del asunto, pero repensar algo tendría el potencial de llegar al fondo del asunto y cuestionar las bases mismas de su cimentación. No tengo receta alguna para lograr cabalmente repensar algo, pero sospecho que guarda íntima relación con identificar el error propio. Así como para identificar una solución es preciso primero plantear con claridad en qué consiste el problema, así también para repensar es necesario primero aclarar qué es lo que se piensa y enseguida identificar y plantear cuál es el error en lo que se piensa.

jueves, 13 de marzo de 2014

Auto-educación

He estado atraído por el tema general de la educación. En parte, debido a que muchos concluyen que la educación es una parte muy importante de la solución a muchos tipos de problemas en la sociedad humana. Pero ese tema general es muy grande, incluye tanto el gran tema de la enseñanza como el no menos grande tema del aprendizaje. No tengo interés en enseñar nada pues veo que no tengo nada por enseñar, lo que me interesa es el aprendizaje, el mío y el de los demás. Para mí, de aprender se trata esa educación de la que hablan y prescriben como redentora, la que sólo puede ser desarrollada por el individuo mismo. Pero hoy aprendizaje es menos acerca de acumular información o reconocimientos y más acerca de desaprender y reaprender; es decir, aprendizaje hoy es más acerca de una retrodidáctica. El problema no es tanto que falte información o que sepamos poco, sino que mucho de la información que tenemos o lo que creemos saber resulta o muy pobre, muy distorsionado, o de plano falso.

Si puedes leer estas líneas, entonces tienes recursos suficientes como para ser parte de lo que podría ser llamada una tendencia de neo-ilustración; es decir, la acción del individuo para reexaminar y reevaluar las ideas del Siglo de las Luces, como periodo histórico que configuró, en parte, a la época moderna y también influyó en nuestra época contemporánea. En particular las ideas sobre alcanzar la mayoría de edad como individuo adulto, atreviéndose a pensar por uno mismo.

domingo, 26 de enero de 2014

Iluminismos

Además de los intelectuales ya mencionados (ver Intelectual), hay otro tipo de intelectual que llama mi atención: los del tipo iluminado. Necesito primero identificarlos para luego explicar la distancia que tienen con la propuesta de neo-ilustración y retrodidáctica antes mencionada (ver Neo-ilustración y retrodidáctica).

Hay muchas clases dentro del tipo iluminado de intelectuales, a continuación mencionaré algunas.

En religión, por ejemplo, está el intelectual que pretende tener una visión personal y directa de «Dios» o de las realidades trascendentales; así lo consigna el Diccionario de filosofía, de Nicola Abbagnano, en el artículo sobre el iluminismo. En sí misma esta pretensión no degenera en tanto se conserve en el ámbito del ejercicio estético y de la expresión poética; de otro modo, si insiste en hacer afirmaciones en el ámbito de la intersubjetividad, entonces tropieza con rapidez y deprava lo que pudo ser una manera auténtica para desarrollar la expresión subjetiva.

En religión organizada o institucional no ha faltado el intelectual que afirma haber recibido una iluminación espiritual, en combinación, quizá, con algún tipo especial de iniciación. Enseguida le rodean otros intelectuales, sus seguidores, quienes aspiran a la misma iniciación e iluminación. Las religiones institucionales, como las derivadas de las tradiciones religiosas abrahámicas, así como las así llamadas sociedades secretas, y algunas logias masónicas, se llaman así mismos ‘miembros de la luz’ o ‘iluminados’. Hoy en día persisten con vehemencia muchas patrañas acerca de que tales grupos, o sus deidades, son las mentes maestras detrás de los grandes eventos mundiales y hasta cósmicos. El carisma y el despliegue teórico espectacular de estos iluminados embriagan con frecuencia a aquellos dos tipos de ‘intelectual’ analfabeto mencionados en esta nota: Intelectual.

Hay otro grupo de intelectuales que no se hacen llamar iluminados pero que cierta opinión popular les asigna, de hecho, esa categoría. Tal opinión considera intelectual a todo aquel que se popularice al aparecer en los medios visuales, como la televisión, o logre alguna publicación con realce práctico. Un rasgo común de este grupo es la simulación que hacen del pensamiento crítico, al cual tergiversan y quizá ni sean conscientes de ello, lo cual los hace incompetentes; o quizá tengan plena conciencia de ello y entonces sean perversos. A esa simulación o parodia se le ha llamado sentido crítico débil (ver ¿Qué es el sentido crítico débil?). También se pueden encontrar en los gremios académicos, dentro de cápsulas de rebeldía inofensiva, desde donde vociferan cualquier cosa pero nunca nada que desnude la ideología financierista de sus patrones en el poder económico (ver ¿Erradicar la pobreza económica?).

Los intelectuales recién mencionados abarcan una amplia variedad. Una muestra de tal variedad se puede encontrar en el capítulo 11 del Panfleto contra la estupidez contemporánea, de Gabriel Sala.

Luego está la corriente neo-iluminista, con varias ramificaciones y expresiones desde el Siglo de las Luces (últimos decenios del siglo XVII a los últimos decenios del XVIII). Un ejemplo específico es el movimiento intelectual desarrollado en Italia en correspondencia con una serie de convenios que van de 1953 a 1962, en los que se llamó a un regreso a la razón, a una lucha contra la metafísica, y a un redescubrimiento de la experiencia.

Por otro lado, debe quedar claro que la propuesta de neo-ilustración y retrodidáctica propuesta, y en desarrollo en este blog, considera como ‘intelectual’ no a un grupo cerrado sino como un rasgo básico de todo ser humano; es decir, ‘intelectual’ como sinónimo de ‘humano’. Por tanto, reconoce muchos tipos de intelecto y de intelectualidad, pero distingue entre persona y opinión para evitar el relativismo epistemológico (ver Persona y opinión). Además, reconoce que un cabal pensamiento crítico puede, y debe, ser desarrollado por todo ciudadano participativo (ver Una mexicana notable).

El sentido en que la propuesta de este blog pueda considerarse como un neo-iluminismo es en un sentido lato, como una corriente de ideas inspiradas en algunas instancias básicas tanto de la Ilustración antigua (por ejemplo, el discurso de Tucídides en boca de Pericles como la mejor y más auténtica descripción de la Ilustración antigua) así también como de la Ilustración moderna o Siglo de las Luces. Pero sometiendo dicha inspiración a examen crítico para, por ejemplo, liberarse de eurocentrismos trasnochados.

Esas instancias básicas, o tareas, son: (1) reconocer que el problema principal del individuo es permanecer voluntariamente en la minoría de edad intelectual por no atreverse a servirse del intelecto propio sin la guía de otro; (2) la extensión de la crítica a toda creencia o conocimiento sin excepción; (3) desarrollar hábitos y estrategias intelectuales autocríticos, para lograr conocimiento confiable, corregible y mutable; (4) el uso efectivo de ese conocimiento para mejorar la vida individual y asociada de todas las personas.

Intelectual

Hay palabras que parecen atizadores, cuando son leídas o escuchadas avivan en el lector algún ardor íntimo. Quizá, por ejemplo: ‘democracia’, ‘autoridad’, ‘dios’, ‘Dios’, ‘libertad’, ‘verdad’, ‘éxito’, ‘sexo’, ‘vagina’, ‘semen’, ‘gobierno’, ‘liderazgo’, ‘capitalismo’, ‘comunismo’, ‘estúpido’, ‘sabio’ ‘orden’, ‘caos’, ‘justicia’, etc. Sobre todo cuando refiere a alguna idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido, es decir a una convicción. Las palabras, entonces, no sólo sirven para la mera dicción sino también como hilos que pueden tirar de fibras íntimas en quien las lea. ¿No es acaso fascinante el lenguaje? Sirve para persuadir. Para transmitir información. Sirve para controlar pensamientos, emociones y hasta la conducta de otros. Sirve para crear y expresar cohesión social. También sirve para expresar belleza poética y evocar universos imaginarios. Dependerá de quién lo usa y cómo lo usa.

¿Qué te sugiere la palabra ‘intelectual’? Quizá una mezcla entre pedantería, autoridad, utopía, erudición, aburrimiento, idealismo, ineptitud, liderazgo, elitismo, etc., —dependerá del caso.

Hay dos casos que recién llamaron mi atención. El primero es ‘intelectual’ como alguien que por “leer” páginas dispersas o mirar algunos videos en Internet ya cree que entiende el contenido y enseguida propaga comentarios que no son otra cosa que los mismos prejuicios que ya tenía antes de mirar esa información. El efecto neto fue un aumento en la cantidad de ruido en los medios por encima de la cantidad de señal. Pero, de nuevo, qué es ‘ruido’ y qué es ‘señal’ dependerá del caso y del tema en cuestión.

El segundo caso es ‘intelectual’ como alguien que puede leer, quizá escribir, tiene recursos, como salud y una computadora con Internet —o varias— y es parte de esta compleja y traumatizada sociedad. Estos simples rasgos le hacen un ‘intelectual’ pues, en comparación, tiene más recursos intelectuales a su disposición que el total combinado de los miembros de la monarquía y de la escolástica medieval. Si no usa esos recursos de manera intelectual quizá sea por permanecer inconsciente de lo que tiene en las manos, pero eso no evita que sea un ‘intelectual’ de nuestro tiempo.

Este segundo caso de ‘intelectual’ conlleva una gran responsabilidad ante la sociedad de la cual es parte pues es rico en el tipo de recursos con los que las sociedades resuelven muchos problemas: recursos que permiten la dedicación al cultivo de las ciencias, las artes y las letras. Asimismo, es una enorme tragedia que este tipo de ‘intelectual’ permanezca inconsciente de sus diversas formas de analfabetismo e inerme ante, o cómplice de, lo que perpetúa aquellos problemas. Ese analfabetismo se puede constatar por las graves malinterpretaciones que suelen hacerse de la filosofía, la historia, las ciencias, la educación, o la economía, entre otras materias. Por ejemplo, la torpe noción de que existe el método científico, o la ingenua noción de que la historia es sólo sobre lo ocurrido en el pasado, o que la teología sólo trata sobre religión, o que la economía es lo monetario, o que la educación gira alrededor de la enseñanza y no del aprendizaje.

Pero es necesario distinguir: ¿es este ‘intelectual’ alguien ignorante de que su condición de analfabeta lo hace partícipe de los problemas en su sociedad?, ¿o es alguien inerme ante esos problemas, incapaz de hacer nada?, ¿o es cómplice en tanto que esos problemas tengan efectos anexos que lo beneficien de manera personal, sectorial, clasista o partidista?

sábado, 25 de enero de 2014

Neo-ilustración y retrodidáctica

Si la educación es lo que ayuda al individuo a mejorar entonces apliquemos toda herramienta intelectual disponible para aclarar y entender —por los mil demonios y sus primos hermanos los ángeles— qué intentamos decir con esa bienaventurada idea de «educación».

Acordemos —de una vez por todas— que los grados académicos y el reconocimiento no es signo de conocimiento ni de sabiduría sino sólo signo de haber aprendido a obedecer y a integrarse a las estructuras teóricas preestablecidas.

Un paso natural, como rasgo de un espíritu ilustrado, en un sentido básico y perenne, es liberarse de las tutelas mentales y atreverse a pensar por uno mismo.

Algunos dicen que el fracaso de la Ilustración produjo nuestra época posmoderna. El posmodernismo no es una sola cosa sino muchas y tal vez corresponda a los historiadores de siglos posteriores describir con mayor claridad lo que ahora es una mezcla nebulosa de muchas cosas. Lo posmoderno incluye facciones recalcitrantes, como aquellas que afirman que no hay verdad alguna y que su búsqueda es un sinsentido. También incluye otras facciones menos fanáticas, como aquellas que sugieren que lo posmoderno clama por continuar con el proyecto inacabado de la Ilustración. Observo que algunos rasgos del pensamiento ilustrado, como liberarse de las tutelas mentales y atreverse a pensar por uno mismo, nunca han estado presentes en muchos ámbitos de mi cultural local. La Ilustración aún no llega a esos ámbitos —quizá impera el consumismo de los productos del pensamiento ilustrado de otros, pero no hay creación de pensamiento ilustrado— y en esos ámbitos ciertamente la Ilustración es un proyecto inacabado. El proyecto de la Ilustración debe continuar, y de hecho, continúa para quienes buscamos la mayoría de edad intelectual.

El estruendo de la protesta de algunos posmodernismos denuncia las desproporciones e incoherencias entre los grandes discursos y los hechos materiales de la vida cotidiana. Algunos clamores posmodernos son dadaísmos; es decir, son negaciones irracionales de cánones establecidos. La acusación consiste en que esos cánones representan una usurpación: los conceptos establecidos no son los conceptos de un potencial pensamiento ilustrado universal sino meras interpretaciones descuidadas de dichos conceptos. Por ejemplo, los conceptos imperantes de libertad, justicia y equidad tan sólo son remedos de lo que pueden ser. Ese escándalo posmoderno tan sólo es el dedo acusador que apunta a los problemas de fondo o es el reventar de la alarma de algo perturbado y perverso que está ocurriendo más allá de las apariencias.

Si la posmodernidad es fruto de una malinterpretación de la modernidad entonces se requiere negar tal malinterpretación, se requiere su inverso, su negativo. Si esa malinterpretación es la modernidad entonces necesitamos a la posmodernidad, si esto es luz entonces necesitamos a la oscuridad; es decir, necesitamos a lo que no es esto. En otras palabras, digamos, si el pensamiento ilustrado implica un esfuerzo de la ‘A’ a la ‘Z’, y en la historia sólo hemos conocido ‘A’, y quizá un poco de ‘B’ entonces tan sólo hemos conocido muy poco del proyecto de la Ilustración y es un grave error considerar ese poco como algo muy cercano al todo.

Parte de la malinterpretación de la Ilustración sería la embriaguez con el concepto de la verdad como si fuese algo que se pueda lograr y poseer absolutamente. Parece que tal embriaguez alimenta moralidades brutales que buscan ser impuestas a cualquier precio. ¿No acaso la triunfante visión alemana del nazismo se gestó, en parte, debido a su intoxicación con su verdad sobre la idea de que las culturas “líderes” deben expandir su territorio y su dominio?, ¿no acaso gran parte de esa sociedad justificó así la invasión a Polonia, pues Alemania había llegado tarde a la repartición colonizadora del mundo? Otro ejemplo, más contemporáneo, ¿no acaso los gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica han estado embriagados con su verdad del Destino Manifiesto (“Latinoamérica, y el mundo, para los estadounidenses”)?, el cual es uno de los agotados mitos de la actualidad: Estados Unidos de Norteamérica salvará al mundo.

El contexto histórico de la Ilustración es distinto al nuestro y conviene retomar proyectos más cercanos que desarrollen la idea de una Neo-ilustración. Esta vez como una revolución no desde las encumbradas elites académicas sino gestada desde el ciudadano de a pie dispuesto a pensar por sí mismo sin permanecer indefinidamente bajo la tutela mental de nadie, al mismo tiempo que es capaz de cooperar con otros.

No vamos aquí a repartir caramelos y decir que una Neo-ilustración será fácil. Para ponerlo en perspectiva diremos que será necesario desaprender y reaprender no pocas cosas, tantas que quizá haya que empezar desde el principio, tantas como si el efecto neto fuese volver a nacer. El rasgo perenne de una Neo-ilustración debe ser la auto-reeducación: el individuo libre y solo frente a su brutal realidad con tan sólo sus facultades como herramientas para desarrollarse por sí mismo.

Semejante proyecto requiere nuevas o mejoradas estructuras teóricas, y mucha cooperación entre los individuos interesados. Por ejemplo, propuestas como la siguiente:

«Propongo el término "retrodidacta", para las personas que se dediquen a desaprender lo mal aprendido, lo innecesario, lo indeseable o simplemente todo. Para todos aquellos que quieran "echar reversa", tomando en cuenta lo que dice mi amigo el chino: "Quien persevera en el estudio, / aumenta sus conocimientos. / Quien se consagra al TAO, / los va perdiendo cada día."» —Álvaro De La Paz.

La invitación a una Neo-ilustración como la aquí planteada presupone retrodidáctica, y la retrodidáctica presupone autodidáctica. Un individuo neo-ilustrado mejora su conciencia propia por medio de la teoría y práctica tanto de la indagación filosófica como de la investigación científica con el perenne objetivo de la auto-reeducación.