sábado, 24 de septiembre de 2016

Supuestos filosóficos

¿Qué es un supuesto? ¿Cuáles son las condiciones para que un supuesto sea filosófico?

Darse uno mismo pausas para hacer retrospectiva e intentar levantar la vista para retomar conciencia sobre qué se hace y para qué se hace es un hábito prudente. La potencial mejora de una persona, y de una sociedad, depende de ese hábito. El intento incesante por aprender a pensar por uno mismo exige el esfuerzo por examinar los supuestos sobre los cuales apoyamos nuestra cosmovisión de la realidad. Si alguno de esos supuestos resulta falso, entonces esa cosmovisión podría orientarnos en sentido contrario a la realidad.

¿Será posible que la cosmovisión propia albergue supuestos de los que ni siquiera somos conscientes? ¿Cómo podríamos descubrirlos y examinarlos con plena conciencia?

Recién se publicó el libro intitulado: «La difusión de la filosofía ¿es necesaria?», el cual fue coordinado, entre otros, por Gabriel Vargas Lozano quien fue entrevistado al respecto como se menciona en el artículo: La filosofía, presente en todos los órdenes de la vida: Investigador de la UAM.

¿Está la filosofía presente en todos los órdenes de la vida? Sí, ese parece ser el caso: los supuestos filosóficos están en el fondo de la vida cotidiana de cualquier esfera humana. ¿Cuál significación daremos a ese hecho filosófico?

El gremio magisterial, en el caso del libro recién aludido, propone indagar la pregunta de si es necesaria la difusión de la filosofía. Pero me pregunto si el asunto de fondo es la difusión de la filosofía o lo que en realidad resulta necesario es otra cosa. Dado que, como bien dice José Antonio Chamizo Guerrero: «No hay divulgadores inocentes» (ver la referencia al respecto en el libro recién aludido), la difusión de la filosofía no puede ser otra cosa que la difusión de un conjunto sesgado de filosofías, entonces quizá lo que debe ser difundido con claridad al público no especializado es que lo que resulta necesario en realidad es una mayor destreza para identificar y cuestionar –con mejor tino– los supuestos de la cosmovisión propia, especialmente aquellos que ni siquiera tenemos conciencia.

Asimismo, una de las tareas de la filosofía es irritarnos y provocarnos para tomar mayor conciencia de los supuestos propios y, así, seamos más capaces de cuestionarlos. Por ejemplo, la supuesta relación entre filosofía y escolarización: Filosofía y escuela.

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