sábado, 14 de diciembre de 2019

«género» y «sexo», una vez más

El discurso cotidiano suele estar plagado de meras opiniones, por eso conviene distinguir entre mera opinión y conocimiento. Cualquiera logra meras opiniones, pero cultivar conocimiento requiere no poco esfuerzo autocrítico. Por tal autocrítica tengo alguna conciencia del elevado grado de propensión al error propio. Por eso, ahora cuestiono mis ideas previas sobre algún tema de mi interés: para identificar mis meras opiniones, mis falacias y mis tropiezos cognitivos al seguir la corriente del lenguaje cotidiano y al repetir acríticamente palabras que en realidad no entiendo. Por ejemplo, en el pasado repetí acríticamente la palabra ‘género’ al referir la sexualidad de una persona, pero fue un error (el nombre técnico en materia de lógica para tal falacia es equivocación). Error que ahora me explico por mi estado semianalfabeta en materia tanto del idioma español como en materia de sexualidad humana.

Si me interesa aprender sobre sexualidad humana –como materia de estudio y de reflexión–, entonces no pregunto a quien sólo ofrece meras opiniones al respecto, sino a quien tenga hábitos de autocultivo intelectual sobre el asunto. Asimismo, si me interesa aprender sobre idioma español, o sobre alguna otra materia, entonces busco fuentes autorizadas y evalúo el nivel de consenso y de disidencia sobre el tema entre tales fuentes, así como los umbrales de ortodoxia y heterodoxia entre publicaciones eruditas. Algunas preguntas estándar me orientan durante esa evaluación: ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué?, ¿para qué?, etc. También, claro, evalúo mi experiencia directa con las cuestiones. El interés por pensar más a fondo una materia es el combustible detrás de todo este empeño.

Sobre el tema de la ocasión anterior, el idioma español ya cuenta con la palabra ‘sexo’ para denotar la sexualidad de una persona. Por otro lado, la palabra ‘género’ se usa para connotar una categorización. La diferencia entre denotar y connotar puede ayudar a esclarecer la relación entre las palabras y las cosas. Algunas palabras, como símbolos lingüísticos, son señales que apuntan hacia, refieren, algo. Si ese algo está en el mundo extralingüístico, entonces, el símbolo denota. Por otro lado, si ese algo permanece en el propio lenguaje, entonces el símbolo connota. Así, ‘sexo’ denota las propiedades sexuales de una persona, las cuales existen por sí mismas con independencia del lenguaje. A la inversa, con ‘género’ referimos una categoría que sólo existe en el mundo de las ideas y del lenguaje; es decir, esa categoría o agrupación es connotada por la palabra ‘género’, pero tal categoría o clasificación, per se, no corresponde a nada concreto y existente afuera del lenguaje.

La sexualidad humana, el sexo de una persona, es algo complejo y múltiple. Al menos, tiene cuatro aspectos: (1) lo biológico (genes, órganos genitales, mezcla endócrina congénita, etc.); (2) la identidad sexual en la psique propia; (3) la atracción sexual hacia otros; (4) la expresión sexual propia ante los demás en la vida social. El sexo de una persona, por tanto, es el resultado de muchas posibles combinaciones entre tales aspectos de lo sexual en el animal humano y tiene existencia real y efectiva con independencia del lenguaje.

Cada uno interpreta la realidad principalmente a través del lenguaje y no contamos con muchos otros recursos adicionales pues nosotros los humanos somos animales simbólicos. Es decir, nosotros los humanos hacemos aproximaciones a la realidad por medio de relatos y narrativas ancladas principalmente en el lenguaje. Tiene sentido, entonces, tener más conciencia de cómo funciona el lenguaje para así distinguir mejor lo que está sólo en el lenguaje de aquello que tiene existencia independiente del lenguaje.

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