sábado, 13 de marzo de 2021

Nuestros problemas sociales

Algunos de nuestros problemas sociales (e.g., xenofobias, misoginias, supremacismos, androginias, racismos, homofobias, clasismos, hembrismos, machismos, fanatismos de todo tipo) son problemas causados, en parte, por creencias. Esas causas no están en el mundo afuera de la mente y lenguaje humanos, sino que existen sólo en la mente y lenguaje humanos. Tales sistemas de creencias son parte integral de la diversidad de formas de cultura humana. Asimismo, los sistemas escolarizados tradicionales son una parte integral de dicha diversidad cultural. En ocasiones, aquellos sistemas de creencias son parte del contenido impartido en estos sistemas escolarizados tradicionales. Por lo cual, la solución a tales problemas no puede consistir en aumentar el mismo tipo de educación impartida de manera tradicional, sino en disminuir la transmisión acrítica de los sistemas de creencias que son causa de nuestros problemas; en pocas palabras, como alguien ya sugirió: «Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas». Nota importante: disminuir la transmisión acrítica no es igual a imponer censuras o represiones culturales de manera acrítica.

¿Es posible enseñar a pensar de manera crítica? La pedagogía, la filosofía de la educación, registra muchos debates al respecto. Quizá es injusto exigir a un infante intelectual que piense críticamente de la nada. Así, de la nada, ¿de dónde podría tal infante obtener tanto la teoría como la práctica necesarias para desarrollar su sentido crítico propio? Sería necesario otorgar tutela intelectual en los casos en que ese infante la requiera, pero para que tal educación sea edificante es requisito que dicha tutela tenga carácter provisional, no permanente, tan sólo durante una muy breve etapa.

¿Qué contendría una tutela intelectual edificante? Una muy breve etapa tutelar podría incluir, por ejemplo, una clara exposición (1) del concepto de integridad científica, (2) de distinciones relevantes entre ideas, creencias, palabras y personas, (3) de la propiedad y el gobierno de la educación propia, (4) de los derechos y responsabilidades sobre la destreza para opinar en sociedad.

El concepto de «infante intelectual» no guarda relación alguna con la edad cronológica de una persona, sino con su edad intelectual. Dado que el intelecto es una característica subjetiva interna, es decir, no visible para los demás excepto a través de la conducta externa individual, la propia persona sería la directamente responsable de estimar su propia edad intelectual. Asimismo, ya que la persona podría también requerir orientación para lograr esta estimación, una tutela intelectual edificante también podría incluir una clara exposición de los rasgos de la madurez intelectual. Incluso así, según las indagaciones de David Denning y Justin Kruger, se requiere un mínimo de capacidad intelectual para poder lograr una estimación balanceada de la edad intelectual propia. Sin ese mínimo, la persona podría nunca saber si tiene o no una muy distorsionada percepción de su propia edad intelectual.

Además, en ocasiones, aquellos sistemas de creencias son parte de lo inculcado por tradición desde el seno familiar. Aquí, también, aportar a la solución de nuestros problemas sociales implica tener mayor conciencia de la diseminación familiar acrítica de esos sistemas de creencias.

El diseño de nuestros procesos culturales humanos, ya sean estos procesos de tipo escolar o familiar, incluyen las causas de nuestros problemas sociales. Estaría en nuestras manos mejorar el diseño de dichos procesos culturales para mitigar o evitar tales problemas.

En pocas palabras, con respecto a nuestros problemas sociales ya mencionados, no es que falte mucha educación en nuestras sociedades. No falta educación, sino auto-reeducación.

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